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«Primera comunión» provoca recuerdos comunes en católicos

 

            La viñeta «Primera comunión» es un fragmento de la obra galardonada «… y no se lo tragó la tierra» de 1971 por Tomás Rivera (Rivera, “Primera…”; Rivera, “… y…”; Wikipedia, “Tomás…”).  Como la mayoría de latinos, Rivera creció con la fe católica.  En la superficie, esta viñeta es sobre un paso de rito de la iglesia en su vida: su primera comunión.  Sin embargo, en realidad es mucho más que eso.  De hecho, es un recuerdo de los inicios de una examinación de las enseñanzas de la iglesia.  De hecho, la viñeta se trata de su primera reconocimiento de la extrema inflexibilidad del discurso del pecado y sus incongruencias, así como el dilema entre el ideal de lo inculcado y la experiencia de la realidad, que se destinan a provocar en el lector un recuerdo de su propio encuentro con estos temas y cómo resolverlos.

 

            La viñeta empieza casi inmediatamente con el sujeto de los pecados de Rivera como niño de tal vez siete años de edad: «Es que [yo] no había podido dormir la noche anterior tratando de recordar los pecados que tenía y, peor, tratando de llegar a un número exacto».  Tomás ha sido inculcado por «las monjitas», quienes les amonestan a los niños que «ahora ya saben cuales son los pecados mortales y los veniales» y que «Dios sabe todo» y «si hacen un sacrilegio van al infierno».  Además, la mamá de Tomás le «había puesto un cuadro del infierno en la cabecera».  Era especialmente este miedo del infierno eternal que le preocupaba al niño Tomás: «Lo que sí me daba miedo era el infierno porque unos meses antes me había caído en un baño de brasas que usábamos como calentador en el cuartito donde dormíamos. Me había quemado el chamorro. Bien me podía imaginar lo que sería estar en el infierno para siempre».  Rivera está recordando cómo se sentía sobre estas cosas cuando era niño, pero claramente está evaluándolas desde su perspectiva como adulto.  Cualquier lector católico va a recordar su propia experiencia con los mismos temas y tener un reconocimiento de lo que Rivera sintió como niño, así como las preguntas sobre los temas, igual como el adulto Rivera está experimentando.

 

            Entonces, de repente, un incidente provocó cuestiones sobre este esquema inflexible de pecados, condena y castigos, y sus incongruencias.  El incidente por casualidad ocurrió el día de su primera comunión, cuando vio a una pareja haciendo amor.  Tomás estuvo asombrado y confundido por lo que vio: «No sé por qué, pero no podía quitarme de la ventanita», y después, «… pero ya no me podía quitar de la cabeza lo que había visto.»  Sin embargo, inmediatamente se confrontó con el dilema de cómo encajar esto en sus inculcaciones de la iglesia: «Pensé entonces que esos serían los pecados que hacíamos con las manos en el cuerpo… Me sentía más y más como que yo había cometido el pecado del cuerpo… Tengo que confesar lo que vi.»  Sin embargo, finalmente decidió a no mencionárselo al padre: «… le dije solamente [otros pecados de antes del incidente].  Me quedé con el pecado de carne».  Luego, después de su comunión, empezó a construir su método de manejar el conflicto: «Cada rato recordaba la escena de la [pareja] y allá sólo hasta me entraba gusto al repasar.  Hasta se me olvidó que le había echado mentiras al padre.»  Aunque Rivera relata sus sentimientos como niño, y llegó en una tregua inquieta entre el ideal de lo inculcado y la experiencia de la realidad, insinúa en esta viñeta que examinó este tema más a lo largo de su vida – tal vez en otras viñetas de su libro «… y no se lo tragó la tierra».

 

            Seguramente, los lectores católicos van a relatar a estos temas.  La manera de encontrarse con ellos varía de persona a persona, y típicamente no es algo tan insólito e impactante como lo que pasó con Tomás.  Frecuentemente en su lugar es una serie de incongruencias pequeñas que finalmente añadan a una pregunta que tiene que resolverse.  Por supuesto, los católicos hacen esto en una variedad de maneras.  Probablemente la mayoría hacen algo parecido al niño Tomás: hacen las cosas de la iglesia mecánicamente, mientras viviendo en el mundo real como si fuera un compartimento distinto de su mente.  Algunos pocos «creyentes verdaderos» continúan con sus creencia y se preocupan mucho en tratando de vivir sus vidas debajo de estas reglas inflexibles y el miedo de la damnación eternal en el infierno.  Otros – en números crecientes – llegan a la conclusión que la estructura entera es auto-contradictoria y sin justificación, y rechazan la iglesia completamente mientras viviendo sus vidas de acuerdo con su propia moralidad.  No es seguro, de lo que relata esta viñeta, cómo Tomás Rivera, el adulto, finalmente resolvió el dilema – pero sin duda la historia toca un nervio de cada lector católico.

 

 

 

 

Rivera, Tomás.  “Primera comunión”.  1971.  Conversaciones escritas.  Kim Potowski.  Página 271.  John Wiley & Sons, Inc., 2010

 

Rivera, Tomás.  “… y no se lo tragó la tierra”.  1971.  Consultado el 29 de abril de 2012 en http://www.amazon.com/trag%C3%B3-tierra-And-Earth-Devour/dp/155885083X

 

Wikipedia.  “Tomás Rivera”.  El 9 de abril de 2012.  Consultado el 29 de abril de 2012 en http://en.wikipedia.org/wiki/Tom%C3%A1s_Rivera