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¡Abre la puerta!

 

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Un pequeño gallinero

 

—¡Abre la puerta!  ¡Billy!  ¡Hola!

 

            Mi abuelo golpeaba la puerta del gallinero.  Yo, como niño de tres años de edad, era inconsciente de todo, como todos los niños de esa edad.  Era un día de aventura en la pequeña granja de mis abuelos, los padres de mi padre.  Yo, normalmente en la ciudad y aislado del mundo de las vistas, los sonidos y los olores de la naturaleza y los animales, estaba lleno de la emoción de descubrimiento, corriendo de aquí para allá.  Ni siquiera oí los gritos de abuelo.

           

            —¡Alguien!  ¡Mujer!  ¡Nuera!  ¡Abre la puerta!  ¡Estoy encerrado en el gallinero!

 

            Mi abuelo acabó de mostrarme las gallinas y sus huevos en el gallinero.  Era un lugar pequeño, con pequeñitos compartimentos individuos para las gallinas y sus huevos.  Era bastante oscuro y olía fuertemente de las aves.  Mi abuelo había decidido rellenar el recipiente de comida con grano y se ocupaba de eso.  Mientras tanto, yo quería continuar mis exploraciones, especialmente afuera en el aire puro y el sol.  Entonces, salí del gallinero y con cuido cerré la puerta.  Después de todo, no podía permitir que las gallinas corrieran de mi abuelo —y además, ¿no era cierto que mamá siempre me decía que yo tuviera que cerrar la puerta cuando saliera afuera?

 

            Lo que yo no entendía era que si se echara el cerrojo de la puerta al lado exterior, mi abuelo al interior no tendría ninguna manera de abrir la puerta.  Yo, con sólo tres años de edad, ¡había encerrado a mi pobre abuelo en el apestoso y desagradable gallinero!  Sin embargo, yo no oía nada de sus gritos, porque yo me ocupaba con alegría con la exploración de otras partes de la granja.  Finalmente, mi abuela oyó los gritos de mi abuelo y lo liberó.  Por supuesto, este incidente se convirtió en una legenda de la familia: ¡el día que Billy encerró a abuelo en el gallinero!  Para mi abuelo era muy gracioso que esto hubiera pasado y le gustaba bromear conmigo sobre ello.

 

            Mi abuelo era un buen tipo viejo.  Me gustaba mucho.  Era delgado y un poco bajito.  Siempre tenía la apariencia de alguien que había trabajado siempre con la tierra.  Su cara era morena oscurecida del sol y viento y sus manos ásperas y callosas.  Incluso su voz tenía una calidad gutural que añadía a la imagen de un hombre de la tierra.  

 

            Había inmigrado como un joven de Eslovenia al principio del siglo XX, junto con muchos otros europeos.  En esta época, Estados Unidos de verdad era un país de oportunidad, cuando incluso inmigrantes con poca educación y cero recursos podían construir una vida de éxito.  Después de viajar alrededor del país, llegó a las minas en Butte, Montana, donde había comunidades de muchas regiones europeas, incluyendo la suya, la eslava.  Conoció a mi abuela que trabajaba en una casa de huéspedes.  Ella era de Croacia, sólo 50 millas más o menos de donde vivía mi abuelo.

 

            Como testimonio del hecho de que entonces con mucho esfuerzo era posible construir una vida de éxito empezando con nada, después de algunos años en las minas, mis abuelos compraron una pequeñita «granja» en las afueras de Butte.  De verdad, era sólo tal vez un acre y probablemente era una exageración llamarla una granja, pero para un niño como yo de la ciudad era de verdad una granja con cualidades mágicas de la naturaleza.  Esta pequeña propiedad permitía que mis abuelos y sus cuatro hijos, incluyendo mi padre, pudieran vivir en una manera bastante autosuficiente.  Cultivaban sus propias verduras.  Tenían gallinas para huevos para vender y para su uso propio, así como para pollo.  Criaban cerdos también para su uso propio y para vender.  Incluso pudieron sobrevivir durante los años horribles de la gran depresión.

 

            Me gustaba mucho estar al lado de mi abuelo allí en la granja.  Andábamos juntos, yo como niño pequeño y mi abuelo con una escopeta para cazar conejos.  Todavía puedo oler el tabaco de su pipa, u oír los chasquidos de leña quemando en la estufa de leña, u oír mi abuelo decir con los ojos chispeantes y una sonrisa:

 

—Billy, ¿recuerdas el día que me encerraste en el gallinero?

 

 

 

 

Bibliografía

 

Wikipedia.  «Pueblos eslavos».  El 23 de febrero de 2014.  Consultado el 31 de marzo de 2014 en
http://es.wikipedia.org/wiki/Pueblos_eslavos
http://en.wikipedia.org/wiki/Slavic_peoples